FIN DE SEMANA EN UNA CASA RURAL, primera parte.

Estaba lista para salir, me miré al espejo y mentalmente me pregunté “matique, ¿se podrá superar lo anterior?”

El próximo encuentro que tendría con Mi Señor no sería en Madrid, donde nos veíamos habitualmente. Sería en una casa rural, La Trampa, a las afueras de La Selva del Camp, cerca de Reus.

Nos encontraríamos en la estación del AVE de Camp de Tarragona. Ya hacía meses que estábamos juntos, este era nuestro tercer encuentro, pero siempre estaba nerviosa, ansiosa por encontrarme con Mi Señor y eso siempre, aparte de ser algo bueno y positivo, significaba que nuestra relación iba bien, íbamos haciendo Camino juntos.

Al igual que todas las veces, siempre tenía la sensación que algo se me olvidaba, o algo no estaba bien. Normalmente viajaba ya con la ropa que Mi Señor Me había indicado, pero con pantys, las medias siempre son incómodas y más en un viaje tan largo. Pero cuando quedaban 10 o 15 minutos de trayecto iba al baño y me cambiaba.

Pero esta vez algo pasó, recibí una llamada de Mi Señor diciéndome que me esperaba con impaciencia, que deseaba volver a sentir el roce de mi piel, que no veía el momento de estar junto a mí y yo, matique, entré en una mundo de sensaciones que no había experimentado antes, también deseaba lo mismo, y sólo sabía repetir, “Y yo mi Señor, y yo mi Señor”… salí del letargo en el que él me había llevado cuando escuché “Próxima parada Camp de Tarragona”. Me apresuré a coger la maleta, el bolso y dirigirme a la puerta para ser la primera en salir.

El tren paró, apreté el botón para apertura de puertas, giré a la izquierda y subí la cinta mecánica, volví a torcer a la izquierda y enfilar el largo y eterno pasillo que había hasta donde esperaban los familiares y amigos. Yo Le buscaba con la mirada y no Le veía, “Por Dios!! ¿dónde estaba?”, necesitaba ver Su cara ya. Llegué al final y nada, ojeé al rededor y estaba junto a una columna un poco apartada de la gente donde era complicado verle desde el pasillo, corrí a Sus brazos y nos fundimos en un beso, apasionado, lleno de excitación, me abracé a ÉL y Le dije “Por fin volvemos a estar juntos”. Cogidos de la mano nos dirigimos hacía el stand de alquiler de coches. Cuando estuvo preparado nos montamos en el y nos fuimos hacia el que iba a ser nuestro refugio ese fin de semana.

Mi Señor puso la mano en mi rodilla, y fue subiendo poco a poco, y conforme subía yo me iba poniendo de los nervios… cuando de repente intentó tocar mi sexo y no pudo… había olvidado quitarme los pantys y ponerme las medias… ”tierra trágame”. Me miró muy serio, yo no me atrevía a girar la cabeza, no dejaba de mirar al frente.

  • matique, ¿por qué no puedo tocar Mi coño?

Yo había bajado la mirada, me mordía el labio, no me atrevía a decir nada, ni moverme

  • matique, te he hecho una pregunta, y creo que no es muy complicada.

No tenía ninguna excusa, simplemente lo olvidé.

  • matique, quieres hacer el favor de contestarme ¿por qué no puedo tocar Mi coño?

  • Perdón mi Señor, olvidé cambiarme en el tren… me los quito ahora mismo.

  • NO, no quiero que lo hagas, ahora no… esto tendrá consecuencias y lo sabes.

  • Sí mi Señor

Más o menos se tardaba unos 25 minutos en llegar. Fuimos hablando, más bien yo contestaba a Sus preguntas, no hacía más que darle vuelta a lo que había pasado, no me lo podía creer, cometer ese fallo de novata. Me sentía humillada, pequeña, sentía mucha vergüenza por haber cometido ese fallo.

No tenía miedo ante el castigo, nunca lo había hecho, pero me enfrentaba a una nueva situación desconocida para mí.

Por fin llegamos a la casa rural, era una masía típica catalana, Pablo, el dueño, nos recibió en la misma puerta. Cogimos las maletas y nos registramos. La habitación estaba en la planta baja, independiente de la entrada al resto de ellas y al comedor. Tenía una cama de metro y medio, 2 mesillas… todo en una decoración rústica, a continuación, un pasillo con un armario y al fondo un baño.

Cuando cerró la puerta de la habitación, Su cara cambió, se volvió seria….

  • Mi Señor......

  • No quiero oír ni una sola palabra. Coloca la ropa en el armario.

Él se tumbó en la cama y yo me puse a deshacer las maletas y colocar toda la ropa en el armario.

  • Mi Señor. ya está toda la ropa colocada.

  • Ven aquí.

Mientras me acercaba a Él se levantó de la cama, me dio un beso que me supo a poco, fue tan frío, o yo al menos lo noté así. A continuación, y sin esperarlo, me soltó una bofetada mientras me tiraba sobre la cama y me decía “no se te volverá a ocurrir impedir que yo acceda a cualquier parte de tu cuerpo”.

Me subió la falda, y empezó a arrancar con las manos la parte de arriba de los pantys, con fuerza, con decisión. Rompió justo el espacio para dejar mi sexo al aire, estaba asustada, nunca Le vi así, pero al mismo tiempo era tan excitante. Me miró fijamente, con cara de enfado, de incredulidad por ese fallo cometido, y me preguntó:

  • matique, te lo voy a preguntar una vez más y por última vez, ¿por qué has venido con unos pantys, sin medias, sin poderme permitir acceder libremente a lo que me pertenece?

Yo Le miraba a la cara, no tenía ninguna explicación, solamente Le dije

  • Lo siento mi Señor, me despisté hablando por teléfono con Vd.

  • No puedo creer lo que oigo, ¿me estás echando la culpa de no estar preparada para tu Señor?

  • Es la verdad Señor, me olvidé mientras hablábamos, fue así Señor.

  • Cállate, ni una palabra más. No me esperaba esto de ti, me has desilusionado.

Aquellas palabras se clavaron como un puñal en mi corazón. A continuación se bajó los pantalones, se bajó el bóxer y me folló, simplemente, sin ningún cariño, sin ningún beso, sin ninguna caricia… de una manera fría y distante. “Ni se te ocurra correrte” dijo. Dios, cómo iba a poder hacer eso, contenerme… me estaba llevando al orgasmo, pero no sé cómo lo hice, sería el miedo, la vergüenza… estaba descolocada, creo que todo eso hizo que no me corriera, pero ÉL sí lo hizo. Cuando terminó me indicó que me levantara y limpiara Su miembro con mi boca. Una vez que lo hice, me empujó hacia atrás “así te quedarás hasta que yo te indique otra cosa”.

Se subió el bóxer y el pantalón, y salió fuera. En el jardín había unos sofás de ratán, bajo una pérgola que habían ido construyendo unas enredaderas… hacía una tarde fantástica. Se pidió un vino y Se puso a leer. Yo, mientras, seguía encima de la cama sin mover un músculo. Pensaba y pensaba qué coño me había pasado. Sabía que Su enfado no iba a ser fácil evitarlo, tampoco sabía cómo actuar ante esa nueva situación, totalmente desconocida para mí. Mi corazón estaba triste, Le había fallado a mi Señor y eso es lo peor para una sumisa. Es una sensación entre pena, rabia, incredulidad, pero sobre todo me sentía avergonzada por lo sucedido, no podría volver a mirarle a la cara. Temía el momento en el que apareciera por la puerta.

Él siguió fuera hasta que empezó a hacer fresquito y entró en la habitación. Mi corazón se aceleró al oír la puerta, ni me atreví a girar la cabeza. Se acercó a mí, me dio la mano para incorporarme y me dijo

  • A la ducha, arréglate para salir a cenar. Quiero que vayas elegante pero discreta, espero que cuando vuelva estés preparada… y a ver si esta vez no metes la pata.

  • No Señor, estaré preparada.

  • Bien, ahora vuelvo. Y cambia la cara, te quiero ver guapa y sonriente.

Ni un beso, ni una caricia. Nada, no recibí nada cuando Se fue. Mientras me duchaba, lloraba, ¿qué iba a pasar? Pero tenía que cambiar mi aptitud, me quería guapa y sonriente. Terminé de ducharme, me di crema por todo el cuerpo, me perfume con Su colonia favorita Eau de Rochas. Fui a la habitación y saqué mis medias. Una falda de tubo, negra por encima de las rodillas, una blusa con escote de pico, sujetador blanco de blonda. Me maquillé discretamente como a Él Le gustaba, un poco de sombra, raya, rimmel casi imperceptible, colorete y labios en tonos granates, al igual que las uñas de las manos. Zapatos de tacón. Me miré y remiré 100 veces en el espejo, a ver si todo estaba bien.

A las 20.30 entró en la habitación, venía sonriente, Se acercó a mí, me dio un beso en la mejilla y me dijo “preciosa, voy a ducharme que tenemos reservada mesa para cenar en Tarragona”. Mientras Se duchaba Le estuve preparando la ropa, unos vaqueros, camisa de manga larga blanca y un blazer azul marino y zapatos tipo mocasín negros. Cuando Se vestía estuvimos hablando de una manera distendida, parecía que Se Le había pasado, pero yo sabía que no. Salimos a las 9 pasadas camino de Tarragona capital.

Llegamos al restaurante, era pequeñito pero acogedor, nos indicaron la mesa que teníamos reservada, un poco más apartada de las demás reservadas o ya ocupadas. Enseguida nos atendieron, empezamos con las bebidas, como siempre pidió Él “dos copas de vino Camin´s del Priorat tinto”. Estuvimos hablando de la reserva que teníamos al día siguiente para un spa en un hotel cerca de La Selva que sería una gozada: baños de vapor, termas de agua fría y caliente... ÉL con masaje, yo lo tendría más complicado. Nos trajeron la carta, como siempre pidió ÉL. Todo era para compartir, Yesca de escalibada, Tapa de lagarto ibérico y otra de Secreto.

La cena transcurrió bien, amena, nos reímos, disfrutamos de la fantástica comida. Terminamos con un café y nos fuimos. Él ponía de vez en cuando Su mano en mi pierna, y la subía, acariciando mi muslo, pero sin llegar a mi sexo, yo lo deseaba y Él lo sabía. Llegamos a la casa rural, entramos en la habitación, yo pasé delante y ÉL cerró la puerta tras de sí. Dejé la chaqueta y el bolso en la silla, me giré hacia ÉL, seguía apoyado en la puerta mirándome muy serio, me indicó que me acercara, cuando llegué a Su lado me cogió de la cintura, me besó, era un beso entre tierno y un poco arisco, me subió la falda y mi culo quedó al descubierto… recibí un par de azotes, ni siquiera me atrevía a quejarme. Me desabrochó la blusa, subió mi sujetador y mis pechos quedaron al descubierto, acercó Su boca y mordió los pezones, notaba Su rabia y no pude más, solté un “Ay”, levantó la cara y me dio una bofetada.

  • matique ¿te duele?

  • Sí, mi Señor

  • Bien, sabes lo que va a tocar hoy, ¿no? -Dijo con una sonrisa pícara.

  • Imagino Señor.

  • ¿Imaginas? No Mi matique, no. Ni te lo imaginas. Desnúdate y ves al baño, posición de espera.

Me dirigí al baño, me quité la ropa, la coloqué en el armario y volví al baño. Me puse en posición de espera: de pie, piernas abiertas, manos a la espalda y cabeza baja. Esta vez fue Él quien sacó los juguetes de la maleta y los fue colocando en un silloncito estrecho y alargado que había antes de entrar en el baño y frente al armario. Cuando entró en el baño me dijo

  • matique, mírame.

Levanté la mirada y Sus ojos se clavaron en los míos.

  • Hoy no tendrás nada, no tendrás Mi collar, no tendrás pañuelo y no tendrás muñequeras… sabes lo que significa eso, ¿verdad Mi matique?

  • Por favor Señor, no me deje desnuda, sin sentir como debo sentir, sin mi apoyo.

  • La próxima vez tendrás la cabeza donde la tienes que tener, y no privarás a tu Señor de tener acceso a lo que es Suyo.



Continuará....

Lugar donde transcurre la historia: http://casarurallatrampa.com/


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