FIN DE SEMANA EN UNA CASA RURAL, segunda parte

 


Antes de irnos dejamos el radiador-toallero del baño apagado, y a continuación me dijo que me pusiera de espaldas para poder agarrarme al radiador. Me puse en posición, con los brazos abiertos al igual que las piernas. La sensación era extraña, nunca había estado así, no sabía cómo podría soportar una sesión así, sin mis 3 sustentos.

  • ¿Preparada?

  • Sí, mi Señor.

Y sentí el primer azote con la mano, y a ese continuó otro y otro más, no sé cuántos fueron, pero cuando acabó mi culo estaba rojo, luego tan sólo pasó una vez Su mano por cada una de mis nalgas. Estaba siendo muy frío y distante. Para mí fueron más dolorosos, no sabía cómo hacer frente a ellos para como había sido siempre, placer y dolor. Hoy sólo sentía dolor y a mi Señor muy lejos de mí. No podía sentir el placer porque no lo había, me estaba enseñando las consecuencias que tiene no obedecer, no podía concentrarme en los azotes, no podía conectar con mi Señor, no había esa conexión que siempre había.

Siguió con el floguer, al estar de lado veía perfectamente mi cara, veía cada reacción a un latigazo, cuando llevaba ya unos cuántos paró, Se había dado cuenta que de vez en cuando cerraba los ojos al sentir cómo el floguer se fundía con mi nalga

  • ¿Qué parte no has entendido de no cerrar los ojos?

  • Lo siento mi Señor, es instantáneo.

  • Pobre de ti como vuelvas a cerrarlos.

Continuó azotando, castigando mi cuerpo con el floguer, yo entonces me concentré con todas mis fuerzas en mis ojos, en no cerrarlos, una cosa más a añadir a la que debía estar pendiente. Esta vez el uso del floguer fue más intenso y más largo. Cuando paró respiré, mi cuerpo dejó la tensión que sentía, pero era horrible la sensación de “abandono” que sentía por parte de mi Señor. Ni una caricia, ni un beso, indiferencia total. Apoyé mi cabeza en el radiador, jadeando por el esfuerzo hecho, cuando dos lágrimas empezaron a correr por mis mejillas, no podía más con la presión, con la manera de actuar de mi Señor.

Después llegaron las pinzas, colocó unas con cadenas en los pezones y con un gancho las colocó en la parte superior de los barrotes del radiador, lo que me obligaba a mantener la cabeza totalmente levantada, dolían más, tiraban de los pezones haciendo que el dolor fuera más punzante. Colocó más alrededor del pecho, en las axilas, en los labios de mi sexo. Cuando terminó de colocarlas cogió la fusta, me mandó separarme un poco del radiador, rozaba mis pezones con ella, me dio varios fustazos… yo cada vez estaba peor, tenía ganas de gritar, de salir corriendo, este no era mi Señor… O Sí? Era todo tan raro y todo provocado por mi falta de concentración.

Cuando menos lo esperaba las pinzas, excepto la de los pezones, fueron retiradas a fustazos, no pude por menos que soltar algún grito de dolor, no podía bajar la cabeza por las que tenía en los pezones, sin poder moverme, sin una caricia de alivio, y grité

  • Por favor mi Señor, no puedo más, no me haga pasar por más sufrimiento.

  • matique, ay Mi matique, ¿tú crees que tienes suficiente sufrimiento para haber aprendido la lección?

  • Sí, mi Señor, sí, no volveré a fallarle… - decía entre sollozos, llorando desconsoladamente.

  • Ay matique, yo creo que no, que no es suficiente….

  • Por favor mi Señor, no puedo más, Se lo suplico.

  • Seguimos y no lo advierto más, y ni una palabra más, ni una lágrima más.

Y de pronto noté un azote con Su mano y otro, y otro… empecé a retorcerme, a intentar esquivar el azote, y cuanto más me movía más fuerte me daba… cuando terminó estaba exhausta. Sin previo aviso me quitó las pinzas de los pezones, los masajeó para que la sangre retornara a ellos y el dolor fue horroroso.

Estaba agarrada al radiador, con la frente apoyada en uno de los barrotes y llorando, sentía todo mi cuerpo dolorido, ni una sola caricia, ni una muestra de cariño. Mi Señor había salido del baño y Le oía buscando algo entre los juguetes. Volvió al baño y de repente la oí, no pude por menos que girarme, mirarle y suplicarle

  • No, por favor, mi Señor, eso no. Se lo suplico - mientras Se lo decía me había soltado del radiador y me había dado la vuelta, poniendo mi culo pegado a él sin dejar de suplicarle… - no, no por favor.

  • matique, Mi matique tiene que aprender y sólo así lo harás. Y ponte en posición YA.

Me di la vuelta al momento y me puse en posición. Empecé a temblar, a ponerme tensa, cuando la empecé a notar en mis nalgas rojas, creo que el grito se oyó en toda Tarragona, me retorcí, me agaché, y recibí un azote “estate quieta, ni se te ocurra volver a moverte o estaré una hora con la rueda”. Como pude mantuve la postura, no dejaba de soltar quejidos. La pasó por todo el cuerpo, apretando fuerte. El sufrimiento era exagerado, estaba por encima de todo lo que yo podía soportar. Y paró. Yo me relajé un poco pero seguía llorando sin parar. Mi Señor salió a la habitación, yo me quedé inmovilizada en la misma postura, no podía moverme, me daba miedo moverme pero al final mi cuerpo cayó desplomado al suelo, apoyado de lado en el radiador, las piernas me servían para esconder mi cabeza… ni rastro de mi Señor.

Pasado unos momentos entró en el baño, Se agachó, me levantó la cara y limpió mis lágrimas con Sus manos. Me ayudó a levantarme y me dijo “Ya estamos terminando”. Mi cara de asombro no pasó desapercibida, me dije a mí misma ¿pero qué más? Y empecé a temblar mientras me llevaba a la habitación.

  • Quítame la ropa matique, hazlo como tú sabes, con cariño, con delicadeza, con cuidado y sin llorar.

  • Sí, mi Señor.

¿Cómo iba a hacer eso tal y como me sentía? Saqué fuerzas de no sé dónde y Le fui desnudando con mimo, besándole, acariciando Su pecho. Una vez que estuvo desnudo me miró fijamente, puso Su mano en mi cabeza y me indicó que me arrodillara. Quería que sintiera Su miembro en mi boca, empecé a lamerlo, lo metí en mi boca y a hacer movimientos metiéndolo y sacándolo cuando noté Sus manos en cada lado de mi cabeza y con fuerza introdujo Su miembro un par de veces… noté cómo provocaba arcadas en mí.

Me levantó, me llevó a la cama, me tiró encima de ella, me abrió las piernas. Notaba como buscaba mi sexo, lo acomodó dentro y me follo como había sido esta tarde, sin cariño, sin caricias, sin nada de nada… me folló como a una desconocida, sexo por sexo. Cambiamos las posturas, Se terminó corriendo dentro de mí, noté Su leche caliente inundándome. Evidentemente no tenía permiso para correrme y me costó lo que no está en los escritos no hacerlo. Le limpie Su miembro con mi boca y me indicó que fuera a darme una ducha.

Me levanté de la cama, me metí en la ducha dejando que cayera el agua sobre mí, la cabeza baja, llorando, triste, abatida, dolorida… no quería moverme de allí cuando Le sentí detrás de mí, me abrazó, me beso en la nuca, en la mejilla...

  • Por favor, no lo vuelvas a hacer.

  • No mi Señor.

  • ¿Has aprendido la lección?

  • Síííí mi Señor, le contesté hecha un mar de lágrimas.

  • Ay Mi matique, eso espero.

Me dio la vuelta y me abrazó, me besó, me enjabonó el cuerpo con mucho cuidado. Al salir me secó muy despacio todo el cuerpo, con toda la delicadeza del mundo. Me puso el albornoz y me secó el pelo. Cogió el Thrombocid, me llevó a la cama, me quitó el albornoz y me extendió la crema por el cuerpo, con suavidad, sabía lo que me dolía.

Me fui tranquilizando poco a poco, empezaba a volver a sentir a mi Señor. Cuando terminó de ponerme la pomada, me arropó. Él se acostó a mi lado, me abrazó, besó mi espalda y nos dormimos.



Continuará...

Lugar donde transcurre la historia: http://casarurallatrampa.com/

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