RECUERDOS DE BAGDAD, por Miguel Danger

Cuando era un adolescente a principios de los ochenta cayó en mis manos un número de la revista pornográfica Lib. En las páginas centrales venía un reportaje sobre un hombre, el fakir Kumar, un tío curioso, se parecía mucho a Fernando Rey con su perilla, pelo gris y peinado moldeado hacia atrás, muy setentero. La diferencia entre Fernando y él era que Kumar en sus actuaciones se atravesaba las pelotas con un cuchillo.

La publicación me hizo gracia y me impactó a la vez, así que guarde la revista durante muchos años, supongo que mi madre por alguna razón acabaría tirándola.

Casi una década y media después, en el año 1995, me fui a trabajar a Barcelona a un garito situado en la Avenida del Paralelo, enfrente del teatro Apolo.

Cuando salía de trabajar, sobre las diez y media de la noche, me daba una vuelta por el barrio, solía ir andando hasta el Cabaret El Molino Rojo y el teatro Arnau. Después volvía hacia mi apartamento en la misma avenida, al lado de los cines.

Cuando regresaba a casa siempre cruzaba por la calle Nou de la Rambla, a la entrada de el Raval, y me paraba en la Sala Bagdad. Me llamaba mucho la atención ese lugar.

El local estaba muy bien iluminado, se podía leer Bagdad desde lejos con sus letras grandes en rojo a la entrada, a ambos extremos tenía dos columnas dóricas en un hall que daba a la calle, dentro de este y a los lados dos cristaleras con fotos de antiguas vedettes y personalidades que por allí habían pasado. Una vez dentro del hall dos puertas rojas con marco blanco y arabescos dorados flanqueaban la entrada. Yo había oído algunas historias sobre el sitio y sentía curiosidad, lo único que me paraba a la hora de entrar era las cinco mil pesetas que costaba la entrada, eso sí, con consumición. A fin de cuentas estaba intentando ahorrar algo de dinero y pensé que igual no merecía la pena. El local llevaba abierto desde 1975 y a juzgar por las fotos de la entrada su época dorada había pasado, aún así siempre que pasaba por enfrente no podía evitar parar en el local. Una de esas noches que estaba enfrente se abrió una de las puertas de entrada y apareció una señora rubia con un vestido rojo muy bien pintada y con cara de pilla, por aquel entonces tendría unos cuarenta y pocos años.

Se quedó mirándome y sonriendo con mucho desparpajo me dijo: “Tú trabajas aquí al lado ¿no chaval?”. “Sí”, contesté yo. “Bueno... y qué? ¿Quieres pasar?”. “No tenía pensado hacerlo hoy”, le contesté a modo de excusa.

¿Entonces cuándo?”, me dijo. “Venga va, pasa que te invito. Siempre te veo ahí parado y nunca te decides, ale pa dentro!”.

Muchas gracias pero no hacía falta” le dije. “No pasa nada, se puede decir que somos del gremio”, dijo sonriendo, “así me haces publicidad”. “Me llamo Miguel”, le dije, “yo soy Juani” me contestó, “pues encantado”, repliqué dándole la mano. Me pareció muy amable. A continuación abrió la puerta y bajamos las escaleras hacia lo que decían que era el Palacio del Sexo más famoso de Europa. Nada más entrar, a la derecha, había una barra americana y enfrente medio anfiteatro de butacas rojas, unas tres filas delante estaba el escenario, la luz era tenue y roja al más puro estilo puticlub.

El local estaba decorado con azulejos arabescos y los techos eran de bóveda con espejos.

Siéntate donde quieras Miguel, como ves no hay mucha gente todavía”, comentó. Así que decidí sentarme en el lateral en primera fila. “¿Quieres tomarte algo? Esta vez invita la casa”. “No Juani, has sido muy amable, pero no puedo aceptar, quiero pagarte” le dije. “Bueno Miguel, la próxima ya me pagas”, contestó. Así que fui a la barra, pedí una Coca Cola y me senté.

Poco a poco la sala se iba llenando, un grupo de ejecutivos vestidos con trajes y corbata, bastantes parejas y algunos señores mayores, en su mayoría solos.

Más o menos pasaron veinte minutos hasta que la sala se llenó más, entonces se apagaron las luces y el escenario se llenó de humo mientras sonaba la intro de Terminator. El sonido era fuerte, el equipo de luces enfocó al escenario y el DJ presentó al primer artista que apareció entre la niebla de la pista. ¡No me lo podía creer! ¡era el mismo "Kumar"! No había cambiado demasiado, la misma perilla, el mismo pelo... iba ataviado con un calzón hindú .

Saludó al público, se puso enfrente de un yunque que había colocado en el escenario, cogió un martillo y varios clavos de unas veinte pulgadas, se desnudó, puso el nabo encima de una madera arriba del metal y se empezó perforar la polla con aquellos clavos empleando el martillo. Después de eso se fue atravesando estiletes por todo el cuerpo, de alguno de los estiletes se podía ver como corría un poco de sangre. Para finalizar se traspasó el prepucio con uno de los estiletes, lo ató a una cuerda y esta a una campana de unos 30 kg. y la hizo pendular hasta que sonó. Me pareció brutal.

El segundo show consistía en una chica desnuda muy gorda con las tetas hasta la cintura que bailaba al son de “Los Caballeros Las Prefieren Gordas” de la Orquesta Mondragón mientras con las manos hacia saltar sus tetas al ritmo de la música. Detrás de ella había colocado un colchón de muelles y elegía a alguien de el público al azar. En este caso trincó a uno de los ejecutivos, un tipo pequeñito y con gafas que allí estaba, el hombre no quería subir pero entre la chica que tiraba y los compañeros que lo empujaban entre risas aquel tío, que me recordó a Woody Allen, se encontró sin querer enfrente de Esperanza, que así se llamaba la chica. Detrás del hombre estaba el colchón así que la chica le dio un fuerte empujón que lo tiró boca arriba sobre el somier, de inmediato Esperanza se tiró en plancha encima del pobre hombre al que le saltaron las gafas del impacto. Para finalizar lo abofeteó con las tetas, ni que decir tiene el descojono de sus compañeros que estaban por el suelo.

El tercer show me pareció más normal, una lesbiana con barba vestida de al-Rashid de Las Mil Y Una Noches se follaba a ocho chicas de su harén con una polla de goma que tenía colocada con un arnés.

El cuarto también fue normal, música de oficial y caballero, tío vestido como Richard Gere, folleteo, etc...

El último show me sorprendió de verdad. Cuando el DJ anunció a Tiger Man no me imaginaba lo que iba a ver, un chaval alto con barba y ataviado con un taparrabos gritaba e intentaba imitar el rugido de un tigre, sacó una botella de butano, como yo estaba en primera fila me pasó la botella para que testificara que pesaba de verdad, después de eso se ató la polla a la bombona, se subió en dos banquetas y la hizo pendular, rugía. El nabo de Tiger Man se estiraba tanto que parecía cinco mil pesetas de chicle Bazooka.

A continuación sacaba una diana y un arco, tensaba el arco con la polla y disparaba una flecha a la diana.

Para finalizar se sentaba en un taburete se contorsionaba y se hacía una autofelación hasta que se corría y se tragaba su propio semen.

Me pareció una ejecución impecable a la vez que brutal.

Cuando acabó todo le di las gracias a Juani, le dije que me había encantado. “Me alegro chaval”, dijo, “cuando quieras ya sabes dónde nos tienes”. “Muchas gracias”, le contesté. Luego le pedí por favor si podía pasar a saludar a Kumar, lo llamó y salió a hablar conmigo. Le conté que siendo un chaval lo vi en una revista y que me alegraba de haberlo conocido en persona, me dio un abrazo y me despedí con un “Ole tus huevos!”.

A Tiger Man lo conocí después en el bar de enfrente del Bagdad, todos íbamos a tomar algo alguna vez por ahí, por aquel entonces era estudiante de medicina, hoy es profesor.

Por lo que sé el Bagdad sigue abierto pero ya no es lo mismo, no hay artistas como antes, todo eso me recordó mucho los circos de freaks de principios del siglo XX. Para mí aquello fue la última época dorada de esa clase de espectáculos en directo.

A veces me siento como Roy Batty en Blade Runner: “Yo he visto cosas que vosotros no creeríais.....” Recuerdos.....


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Queremos saber de ti.