matique se
preparaba en casa para salir hacia la estación. Había vuelto a
quedar con Su Señor Lawrence en su refugio de Madrid. Era un sitio
especial para los dos, pero más para Él, tenía encanto, un
rinconcito donde degustar un buen caldo mientras se disfruta de un
buen libro. Cosa que Él hacía todas las noches.
En el viaje
repasaba lo que Le había manado Su Señor: vestido, medias e ir sin
bragas. Maquillaje discreto. Uñas y pies en tonos granates con el
rouge icónico de Dior 999, impecables.
En su pequeña
maleta llevaba todos los juguetes, fusta, cuerdas, pinzas,
vibradores, collar… lo iba repasando mentalmente. No sabía por
qué, pero iba más nerviosa de lo normal, como si algo le faltara y
que Le había ordenado expresamente Su Señor. Eso era del todo
imposible. matique se había levantado temprano y durmió un poco en
el viaje.
Su Señor y ella
se iban mandando mensajes, de las ganas que tenían de volver a
verse, de todo lo que habría evolucionado matique en este mes y pico
sin verse.
Recibió un
mensaje de Su Señor que ya había llegado a Atocha y que la
esperaba. A la media hora aproximadamente de llegar Él, el tren de
matique hacía su entrada en Atocha Cercanías. Fue la primera en
bajar del tren y con paso firme se dirigió a las escaleras mecánicas
y cruzó el control de viajeros. La esperaba en Brillante donde
degustaba del Madrid popular. Él le sonrió, la besó mientras
sentía como la caricia de Sus yemas sobre su tez araban su alma,
luego la abrazó y matique se sintió la sumisa más feliz del mundo.
Como siempre ÉL
Le pidió un café largo con leche fría y azúcar. Mientras lo
tomaba, matique no paraba de hablar y de comentarle a Su Señor cosas
cotidianas y que, en cuanto hicieran el check in en el hotel,
dejarían las maletas en recepción. Le tenía preparada una sorpresa
y no quería perder más tiempo en la cafetería.
Su Señor estaba
un poco expectante, ¿de qué trataría la sorpresa que Le había
preparado matique? Había veces que Le descontrolaba. Se dirigieron a
la parada de taxi y pusieron rumbo en uno al hotel que su Señor
había reservado.
El hotel era el
Urban, en la Carrera de San Jerónimo. Un hotel sofisticado, pero con
encanto. Un poco grande para lo que Le gustaba a su Señor, pero
tenía un espacio para Su lectura. La habitación que había
reservado era del tipo dúplex. En la parte superior había una
pequeña sala con un sofá de cuero, una mesa de cristal y un
armario, en la que podía deleitarse con Su lectura.
Llegaron al
hotel, dejaron las maletas y en el mismo taxi se dirigieron a una
librería con historia, con su propio encanto. La librería Grant, en
la calle Miguel Servet, en pleno barrio de Lavapiés. Al llegar a
este mundo de la letras, de estantes de madera hasta el techo
repletos de libros, la típica escalera para llegar hasta ellos,
mesas por medio con más libros,... Olor a papel y madera se mezclaba
en una armonía que embriagaba.
La cara de su
Señor fue de quedarse con la boca abierta, jamás pensó que ella Le
llevaría a uno de Sus lugares favoritos, una librería. Llegaron
sobre la 1 y se fueron pasadas las 2 de la tarde, y con dos o tres
libros en sus manos. La cara de felicidad de su Señor era
espectacular, estaba como un niño con zapatos nuevos. Nunca Le había
visto así de contento. Salieron andando y cogidos de las manos,
pararon un taxi y se dirigieron al Restaurante Bel Mondo. en la calle
Velázquez, un italiano muy peculiar. Su Señor pidió de entrantes
mortadela al Tartufo y Calzocini para compartir. Y a ella, como sabe
que no le gusta el queso, le pidió una Black Mamba y Él se pidió
Famosa Mafaldina al Tartufo y de postre la tarta de limón con
merengue. Para ella pidió cerveza sin alcohol y ÉL se tomó un par
de copas de vino y agua. Estaban hambrientos. El postre de merengue
fue espectacular. Al salir se dirigieron al paseo de la Castellana y
allí cogieron un taxi que los llevó al hotel.
Al montar en el
ascensor, su Señor la “acorraló” contra la pared del ascensor y
empezó a besarle, a subir su falda, ya durante la comida y el taxi
había comprobado su grado de humedad. Su grado, el grado de
excitación de ambos iba in crescendo.
Entraron en la
habitación, la puso contra la pared y le subió el vestido hasta la
cintura. Al estar de espaldas dio unos buenos azotes en su culo
mientras ella, con la cara girada, trataba de buscar Su boca que Él
escondía en todo momento. Así estuvo acariciando su cuerpo, sus
pechos. Levantó el sujetador y quedaron al aire, masajeaba los
pezones, ella no podía parar de gemir, del placer que estaba
sintiendo con esa situación.
Fueron a la
habitación, la cama era extra grande, antes de llegar a ella pasaron
junto a las escaleras que subían hacía el salón de lectura.
Justo frente a la
cama había un escritorio, su Señor le indicó que sacara todos los
juguetes, cuerdas, pañuelo, muñequeras y las pusiera bien colocados
encima de ese escritorio. Y así lo hizo. Se había bajado la falda,
se quedó de pie esperando instrucciones, y Él empezó a dar vueltas
a su alrededor… la estaba poniendo muy nerviosa. Se puso frente a
ella, tenía la mirada baja pero podía intuir Su seriedad, estuvo un
rato, el adecuado, observándola. De pronto notó Sus dedos que le
levantaban la cara por la barbilla, le acarició la mejilla y de
repente sintió dos tortazos, uno en cada mejilla. Se quedó tan
petrificada que ni se atrevía a quejarse, ni mover un solo músculo
de su cuerpo, su cara era más de susto que de excitación. Le
preguntó
- matique, ¿sabes por qué te has ganado esas dos bofetadas?
Contesté con la
mirada baja - No mi Señor
- Todo
comportamiento tiene una consecuencia, cuando nos conocimos, al poco,
y sin Mi permiso indagaste en algo que no debías de haber hecho, esa
consecuencia lleva implícito su castigo, ¿lo entiendes?
- Sí mi Señor
- Y la otra es
por tu sumisión, no es un castigo, es un premio. Y ahora dicho esto,
por favor empieza a desnudarte.
- Sí mi Señor
Se quitó toda la
ropa y se quedó desnuda delante de ÉL. Le indicó que levantara la
mirada, y Le observara cómo recorría su cuerpo con Sus ojos sin
perder detalle de el. Luego notó como pasaba Su mano por sus hombros
recorriendo el brazo hasta llegar a la mano y acariciarla. Después
su vientre, surcando el ombligo, subiendo despacio, casi sin tocar su
piel, con las dos manos recorría sus pechos, los dibujaba con la
perfección del arquitecto, hacía círculos alrededor de sus
pezones. El estado de excitación de matique estaba elevándose a la
enésima potencia, ella Le notaba también excitado. Apretó los
pezones, y cuando más lo hacía su cara fue cambiando a una
expresión de dolor, se mordía los labios metiéndolos hacia dentro
para aguantar el dolor que cada vez era más insoportable, lo cual le
obligaba a cerrar los ojos y a gemir de dolor. Y cuando ya creía que
no podía más, paró y la besó, con un beso lleno de ternura, de
confianza, de pasión, como diciendo “luego vendrán más”.

Le indicó que
Le fuera quitando la ropa, con toda la delicadeza que pudiera
imprimir al momento. Empezó por la chaqueta, que la colocó en un
galán que había en la otra parte del escritorio. La camisa, botón
a botón, besándole mientras lo hacía. Con las dos manos y a la
altura de los hombros tiró de ella hacia atrás y cayó sobre la
cama. Se puso de rodillas y desabrochó el cinturón, el cual indicó
que lo pusiera junto con el resto de los juguetes. Desabrochó el
botón del pantalón, bajó la cremallera y quedó al descubierto Su
bóxer, se notaba Su erección. Sin quitárselo empezó a pasar su
mejilla por ella, su boca cerrada se refregaba con lascivia contra su
miembro protegido por una pequeña tela que no impidió que se colara
alguna gota que segregaba Su miembro cada vez más excitado.
Seguía de
rodillas y Le bajó con las dos manos el bóxer. Su miembro, en una
erección brutal, quedó al descubierto. Con sus manos a la espalda
(como Él le había indicado una vez bajados los boxers) empezó a
jugar con con la boca con Su miembro, con Sus testículos. Los lamía
e intentaba meterlos en su boca, lamía también Su miembro de arriba
abajo, en algunos momentos tenía su mirada clavada a la de Él,
viendo, sintiendo, gozando del placer que Le estaba haciendo sentir a
su Señor.
Al rato le
indicó que terminara de desnudarle, colocó toda la ropa en el galán
y se paró a la altura del escritorio.
Lo primero que Él
hizo fue ponerle Su collar, en ese momento matique fue otra persona,
ya se sentía ella misma, ya estaba en equilibrio, ya entraba en
juego la sumisa. No es que antes no lo hiciera, siempre está, pero
el símbolo del collar es un momento especial para la sumisa, es
símbolo de pertenencia, es como si te pusieran el vestido de fiesta
más bonito del mundo. Pero no tiene color a lo que sientes con una
cosa y con otra, con el vestido puedes estar guapa, bella, atractiva
y con Su collar estás majestuosa, totalmente vestida por dentro y
por fuera, aunque estés desnuda dejas de sentir esa desnudez. Te
cambia la cara, la sonrisa, tus ojos brillan…porque ya eres TÚ en
mayúsculas, ya se ha completado el círculo.
Mientras le ponía
el collar su posición era de piernas abiertas, brazos cruzados a la
espalda y cabeza baja, es una posición de espera, espera a ser
vestida, a ser complementada como si de las mejores joyas del mundo y
más caras se trataran. Para una sumisa hay 3 cosas que son SUS
JOYAS: collar, pañuelo y muñequeras. El collar ya lo he explicado
antes. El pañuelo es el que hace que pierdas el sentido de la vista,
pero agudices los demás, y no se siente un azote igual viendo que
sin ver. Es más profundo, es más expectante, es un chasquido que
sientes como retumba dentro de ti, y con los demás elementos que se
emplean en una sesión pasa igual. Y las muñequeras y tobilleras son
las que te atan a un lugar de placer, que te dan la libertad para ser
tú, para sentir, atada, sometida, inmovilizada todo el “sufrimiento”
que va a llegar, pero con el cual el placer que sentirás será
sublime, excelso… No se puede describir, es algo que tanto el
Dominante, en Su medida, y la sumisa en la suya, sienten. Donde una
mirada basta para saber lo que sienten, o una simple caricia.
Caricias que se disfrutan estando atada, aquí fue a la barandilla
del dúplex, que te pone la piel de gallina, buscas esa mano con la
cabeza, y sientes lo que ÉL está sintiendo en esos momentos. Baja
Su mano hasta su sexo y comprueba que está empapado de placer, de
gozo, del placer de sentirse sumisa, de entregar su sumisión, no hay
mayor regalo para su Señor que poder introducir varios dedos a la
vez en el interior de su sexo y que no tenga ningún tipo de
impedimento, que no ha necesitado lubricar porque ya con sus jugos
estaba lubricado, no hay placer mayor. Con Sus dedos dentro de ella
su excitación subió varios grados de intensidad, casi estuvo a
punto de correrse, pero Él lo notó y paró, era demasiado pronto
para concederle ese placer.
Se separó,
pasaron varios minutos que se le hicieron eternos a matique, Le oía
en el escritorio, e imaginaba que eligiendo el juguete con el que iba
a empezar la sesión.
Fueron unas
pinzas con cadena, las cuales fueron colocadas en sus pezones, con
varios pesos. Acariciaba sus pezones ya pinzados, empezaban a doler
pero el placer que sentía le hacía estirar su cuerpo y soltar un
gemido de placer. Siguieron una tanda de azotes con la fusta, la mano
y para terminar con el cinturón. De vez en cuando acariciaba sus
glúteos para calmar el dolor, acariciaba su espalada y la besaba en
la mejilla.
La desató, la
cogió de la mano y la tumbó en la cama. La puso en posición
vertical, sus piernas formando un ángulo de 45 grados, y empezó a
notar la lengua de Él en su sexo, como acariciaba su clítoris, ella
se arqueaba de placer. Así estuvo un rato, luego metía un dedo, y
cogió uno de los vibradores y lo puso en el clítoris, ella se
retorcía de placer, sus piernas empezaban a temblar, su orgasmo era
inminente, pero paró.
Le pidió que se
pusiera a cuatro patas, Él se tumbó en la cama, y le llevó su
cabeza a Su miembro, el cual metió en su boca, haciendo movimientos
de subida y bajada mientras sus testículos eran acariciados por sus
manos, los lamió también. Dejó el glande al aire y pasó la punta
de su lengua haciendo círculos sobre el, se retorcía de placer.
“Para”, le
indicó Él. Se puso a su lado y le quitó el pañuelo, no sin antes
advertirle de la luz. Poco a poco se fue acostumbrando a ella. La
tumbó a Su lado, la abrazó y la besó, y volvió a indicarle que
siguiera haciéndole una mamada. Ella se puso con la cabeza entre Sus
piernas y empezó a meter su lengua en Su ano, notó cómo Se
estremecía, y cuánto más Se estremecía ÉL más jugaba ella con
todos Sus miembros sexuales.
Al cabo de un
rato le dijo “sube aquí”. La puso a Su lado, la besó con besos
apasionados, llenos de lujuria, de deseo contenido, como si todavía
no hubiesen tenido bastante con el placer que llevaban sintiendo,
pero no, realmente no. La penetró como si no hubiera un mañana,
suave, más rápido, besándole, ella pidió permiso para correrme,
se lo concedió y sintió cómo se le iba la vida, como moría en un
orgasmo tras otro, sin poder parar, estaba encima de ÉL y cada vez
se notaba más mojada, finalmente ÉL se corrió dentro de ella, notó
como Su leche caliente la invadía, llenaba todo el espacio que
dejaba Su miembro dentro de ella, notó cada convulsión que daba
conforme salía el jugo de Su placer, para acabar, sin sacar Su
miembro de dentro de su cavidad vaginal, encima de ella, jadeante y
sudoroso, como estaba ella también. Cuando recuperaron el aliento se
fundieron en un beso lleno de ternura, de cariño, de mimo, pero no
dejaba de tener esa esencia de pasión.

Estuvieron
comentando cómo había ido y se fueron a la ducha, en la cual,
volvieron a disfrutar de mimos, caricias, besos… no sé qué tienen
las duchas que te invitan a volver a tener sexo, a follar otra vez,
cuando notas el agua caer.
Se secaron,
matique a Él como siempre, y se pusieron los albornoces. Subieron al
saloncito de arriba, había un par de mantas en el armarito y se
recostaron en el sofá con ellas, Él cogió Su libro de Proust ”En
busca del tiempo perdido”, ella se apoyó sobre Él y se quedó
dormida.
Lugares mencionados en este relato: