Por Rubén Olivares.
Como todos los domingueros prototipo, esos que
salían con grandes ramos de flores en el programa de Patricia pidiendo perdones
imposibles y después de haber mortificado a su mujer desde tiempos pretéritos,
Paco quiere reconquistar el amor de Trini tirando la casa por la ventana y se
ha hipotecado en Cofidis para irse un fin de semana romántico en Samarruga de
la Punta.
Samarruga de la Punta es el típico caso de ciudad
de veraneo que se envilece por sí sola debido a una parte de su turisteo
hortera y previsible, ese que quiere recuperar relaciones que no funcionan y
que piensan que con un viaje como éste se van a solucionar. También es un
centro de peregrinación de colegios de alumnos díscolos, de turismo sexual y un
supermercado del narcotráfico.
La ciudad, en su intento de tematizar su oferta,
se ha convertido en una copia burda entre Venecia, Las Vegas y un barrio de
extrarradio, con canales, góndolas, casinos, chaperos, prostitución y una noria
que nunca funciona.
Trini no está muy convencida de su marido,
aunque el viaje le tienta para poder fardar delante de las vecinas. En ese
trance existencial se encuentra. Desde que descienden del avión en el
aterrizaje de emergencia, los reproches están al orden del día entre ambos.
-Que no Paco...que no te voy a perdonar que te
cepillaras a la Brígida del sexto.
-Nena...yo...
-Y encima la cabrona esa de la Truhana diciendo
que yo le había quitado las bragas.
-Ya las han encontrado...gracias a Pau Navarro.
-Si...ya no hay hombre como él, dice mirándole
con ironía
-Trini...nena...
Cuando llegan a Samarruga de la Punta se encuentran la ciudad lloviendo a mares, con obras para limpiar las alcantarillas, los rincones románticos oliendo a putrefacción, ratas muertas, compresas y botellas de coca cola flotando. Paco, en su afán reconquistador, se ha emperrado en alquilar una góndola y el único que ha querido salir a remar con el temporal es un chapero local, que se ha bebido tres cartones de Don Simón y dos botellas de anís del mono y para más inri, lleva seis semanas sin ducharse.
Paco, que cree que con este fin de semana
conseguirá el amor de Trini, canta con su voz carajillera el "Venecia sin
ti" de Charles Aznavour pero olvidándose la letra. La voz garrula y
oxidada de Paco dan a la escena una sensación de mal rollo, grotesca y obscena.
-Trini...nena...
-Vete a la mierda…
-Dame un piquito.
-Una mierda que te comas.
Trini ha ido más por disfrutar el viaje hortera
que por la compañía de Paco y se pasa todo el fin de semana poniéndole palote
para luego recriminarle sus malas acciones.
El improvisado gondolero, de la turca que lleva,
pasa seis veces por el mismo canal y les cuenta una historia distinta para el
mismo sitio por el que pasan.
-Trini...nena....
-Mmmmmmmm Pacoooo.
Trini abre las piernas y le enseña el Mapache
Jackson 5 a su marido. Cuando éste se pone celtíbero le arrea con el remo de la
góndola.
-Trini...nena...
-Hazte una gayola y déjame en paz.
La tosca dirección del gondolero hace que la
embarcación se zarandee y éste caiga por la borda, la góndola se desequilibra y
comienza a entrar agua, comenzándose a hundir por la proa...
-Mira nena...como en Titanic... ven, ven. Con
nada frente a nosotros... solo el océano. Soy el rey del mundoooooo.
-Tú lo que eres es un gilipollas integral.
De repente, de entre la tormenta, aparece un
fueraborda última generación que llega a la altura de la embarcación y hace
subir a Trini. Es el Marsi, ayudante de Pau Navarro, que se enamoró de la
garrula en la consulta de Benito el congoleño y viene en su busca recogiéndola
de la góndola.
-Aquí te quedas polla negra...me voy con un
hombre de verdad. ¡¡¡¡A la Riviera Maya nene!!!!
Paco queda como impávido. Al fin, puede
pronunciar unas palabras cargadas de rencor: -Que te follen...yo me voy con el
gondolero....
Paco se va nadando a rescatar al chapero y los
dos comienzan una historia de amor tan bizarro como el que ha acabado con Trini
y Trini uno con Marsi que también promete lo suyo...
Las dos parejas se dicen cursilerías tipo...el mundo
se está cayendo a nuestro alrededor y sólo se nos ocurre enamorarnos, etcétera
etcétera.
Al final, como siempre, acaba triunfando el
amor...
FIN
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