Seguimos día a día dándonos de bruces con la realidad del
Covid-19 y la prostitución es una realidad que se ha hecho más evidente
últimamente.
Todos los días, a todas horas, se habla en los medios de comunicación del Covid tanto de su evolución como enfermedad (contagios, ingresos, fallecimientos y altas) como todo lo que esta pandemia está trastocando en lo social y lo económico. Después de unos meses en confinamiento se abrieron las puertas para volver a una supuesta normalidad llegado el verano por una cuestión básicamente económica, el país no podía seguir más tiempo parado, o mejor dicho con mucha gente parada en sus casas sin poder trabajar, y es lógicamente entendible.
La industria, el comercio y la restauración en general fue poniéndose en marcha y recuperando su quehacer diario aunque con limitaciones por los distintos protocolos de seguridad que se han ido tomando durante las semanas que han seguido al fin del estado de alarma. Y cuando poco a poco se intentaba volver a una cierta normalidad conviviendo con el virus, manteniéndolo a raya mientras todos fuéramos responsables con los protocolos recomendados por sanidad, nos damos cuenta que hay personas que cuando se acabó el confinamiento abrieron las puertas de la calle como si fueran puertas de toriles, saliendo a tropel sin miramiento ninguno. Sin miramiento, ni mascarilla ni hidrogel. Y en vez de avanzar a bien en la pandemia estamos retrocediendo, incluso en algunos sitios retrocediendo de fase. Uno de los sectores donde se ha hecho más evidente esa falta de miramiento es en el ocio nocturno y aquí han pagado justos por pecadores, la inconciencia de unos pocos establecimientos ha hecho que se tomen medidas de aforo y horario llevando incluso al cierre de algunas discotecas y otros locales de ocio nocturno. Y muchos, cuando se les toca en lo propio, en vez de mirar qué hacer para cambiar y adaptarse a la nueva situación buscan culpables fuera o, al menos, otro sector con el que compararse y desahogarse. Si cierran las discotecas, ¿por qué los prostíbulos siguen abiertos? Fue de lo más repetido la semana pasada.
Los prostíbulos, y la prostitución en general en España, es
un sector que está en un limbo legal. Y ese mismo limbo legal hace que estén
también en un limbo respecto al Covid-19.
Quiero hacer un apunte antes de seguir: no es lo mismo
prostitución que trata de personas. Cierto que hay mafias que se aprovechan de
mujeres extranjeras para tenerlas a su servicios por toda España bajo
coacciones y violencia. Cierto también que hay mujeres que ejercen la
prostitución libremente, hace tiempo entrevistamos para el programa “El Punto G
De La Radio” a una chica que ejercía la prostitución en un local de Castellón
de la Plana y nos comentaba que lo hacía porque le gustaba, eligiendo ella
horario de trabajo y clientes.
La prostitución se conoce como el oficio más antiguo del
mundo, y durante siglos tuvieron incluso un estatus considerable. En la antigua
Grecia ejercían su labor en templos, al igual que durante un periodo del Imperio
Romano. La implantación de la iglesia cristiana como fuerza social y política
hizo que todo lo relacionado con el sexo fuese considerado pecado si no era
simplemente como un acto de procreación. Y el devenir de los siglos con su
evolución y todos sus atropellos ha visto como durante temporadas la sociedad
era más permisiva con las mujeres que ejercían el oficio más antiguo del mundo,
mientras que en otras ocasiones prácticamente se las lapidaban.
Y en esas que llegamos a nuestros tiempos. Y la prostitución
sigue siendo una actividad permitida pero mal vista. No legal, aunque se mueva
mucho dinero en el sector. Muy poco conocida por la sociedad, pero con menos
ganas de dar visibilidad.
Dentro de la prostitución se puede decir que hay categorías:
las mujeres que ejercen en calles o a pie de carretera, las que trabajan en bares
o pubs de alterne, las que trabajan en casa privada con otras chicas, las que
ejercen en clubs situados en polígonos o a pie de carretera, las autónomas con
casa propia y las scorts de alto standing. Y dependiendo de esa categoría
pueden ganar más o menos, que además es inversamente proporcional a lo mal
vistas que están por la sociedad en general y a lo peligroso de realizar su
labor (las que trabajan en las calles y carreteras están desprotegidas ante los
clientes y ante la meteorología). Y todas ellas tuvieron que dejar de trabajar
cuando se proclamó el estado de alarma y tuvieron que quedarse confinadas,
aunque como en todos lados hay irresponsables y al igual que se pillaron bares
abiertos con sus habituales también se pillaron a alguna que otra chica yendo a
verse con clientes.
Una vez empezadas las fases de desescalada el negocio del
sexo también empezó a funcionar. Y hasta que las discotecas y otros locales no
han sido cerrados nadie se ha preocupado de este sector.
¿Por qué los clubs de alterne siguen abiertos y la discotecas no? Pues por el sencillo motivo de que en España no existe legalmente la prostitución como actividad y los locales donde se ejercen esta labor tienen como labor principal la de hotel, o la de bar/pub si no tienen un número mínimo de habitaciones.
¿Por qué no se legaliza? La Asociación Nacional de Empresarios de Clubs de Alterne (Anela) solicitó hace tiempo su reconocimiento como actividad económica con todo lo que ello implica: un epígrafe propio como actividad, que las trabajadoras puedan darse de alta en la Seguridad Social como trabajadoras o autónomas, desarrollar una legislación para el sector, etc…. La asociación reconoce que en España se mueve mucho dinero dentro del sector y que si se legalizara parte de ese dinero iría a las arcas estatales.
¿Cuál es el problema entonces? Básicamente la doble moralidad
y el desconocimiento del sector. La doble moralidad hace que se permita la
prostitución pero a la vez rechazar el oficio, no me extrañaría que algunos que
lo critican y abogan por su eliminación sean clientes habituales del sexo
previo pago. Y no se quiere conocer bien el sector por los prejuicios hacia el
mismo, creyendo que es un mundo sórdido. También el sector tiene una loza
encima con los casos de trata de personas y las mafias que obligan a chicas a
prostituirse. Esto hay que erradicarlo como hay que erradicar lo mismo que
ocurre, por ejemplo, en muchas explotaciones agrarias. Como apunté anteriormente,
hay mujeres que ejercer este oficio de manera libre y a ellas hay que darles
cobertura sanitaria y legal, con contratos que coticen en la Seguridad Social o
como autónomas. Seguramente si se legalizara el PIB nacional subiría algunos
puntos, y si tuvieran que dejar de trabajar, digamos que por una pandemia,
podrían acogerse a un ERTE como ocurre con muchas otras empresas.
Cuando menciono que hay mujeres que quieren dedicarse
libremente a la prostitución se me viene a la cabeza un sector de la población
que rechaza sin contemplaciones el oficio, incluso por parte de personas que se
definen feministas. Creo que si una de las consignas del feminismo es la
libertad de la mujer, qué mejor libertad que escoger qué hacer con tu cuerpo y
tu vida.
Una vez respondidas las tres cuestiones anteriores creo que
ya nos podemos hacer una idea del limbo en el que se encuentra la prostitución
en España. Un limbo que se hace más evidente en estos días convulsos, donde las
trabajadoras sexuales tienen, por la naturaleza de su trabajo, más papeletas de
que les toque el Covid-19.
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